domingo, 30 de marzo de 2008

SEMANA DEL 25 AL 30 DE NOVIEMBRE


Se acaba noviembre, llueve todos los días. La leña para la chimenea está empapada y cada día cuesta más encenderla. Como hace mucho tiempo ya que no compramos el periódico, lo leemos en el café o en internet, estamos quemando ya los apuntes de asignaturas pasadas, los borradores y listados desechados de la oficina.


¡Si es que no tenemos ni catálogos ni folletos que nos envíen por correo!! Claro, como no hay ni Carrefour, ni toys’r’us, ni Corte Inglés, ni Ikea, ni…, ni cartero, ni buzón, ni tiqueteros que dejen publicidad en el parabrisas de los coches-
El domingo amaneció un día lluvioso, gris y desapacible que nos puso a todos de un talante bastante melancólico, cuando no tormentoso.
En el día contra la violencia de género estuve leyendo, releyendo porque ya lo había hecho hace varios años, Divorcio para una virgen rota, de Angel Palomino. Fue finalista del premio Planeta en el 1977. Treinta años ha. Lo encontré mientras rebuscaba en el rastrillo un somier nuevo para la cama de V, que duerme como un oso en invierno, o en su defecto, unas patas para otro que le hiciera el apaño, Suprema devaluación de la cultura: docenas de libros a 1€.
Pues, como iba contando antes de irme por las ramas, releía una historia escrita en la España de la transición, años previos al divorcio como-en-Europa: Clara se casa en los años 60 con un chico de-buena-familia, que resulta ser impotente. Él se casa con Clara por prescripción facultativa de su psiquiatra, que opinaba que lo que le hacia falta era una novia formal y decente, de las de toda la vida. Como en la noche de bodas queda claro que Clara no es la solución, él la golpea y ella se va con su maleta de vuelta a casa de sus padres que la reciben como sospechosa y presunta culpable de la ruptura.
Tiempo más tarde, Clara conoce a otro hombre con el que pretende vivir una vida en pareja “normal”, pero su todavía marido, que no desea dejar de serlo sólo por fastidiar, los persigue con detectives privados, con la policía al servicio de la ley que decía que la mujer era una adúltera, una delincuente que podía dar con sus huesos en la cárcel si era pillada en acto deshonesto. Si Clara quedaba embarazada, los hijos serían de su “primer” marido, llevarían sus apellidos y estarían bajo la patria potestad de aquél.
A todo esto, menos mal que estamos hablando de gente de clase media-alta, situación desahogada, Clara puede ponerse a trabajar como secretaria, y convertirse en carnaza para los compañeros-tiburones que intentaban todos sin excepción “levantarse a la casada”.
Sólo voy por la mitad cuando muere el marido, y la hasta ahora medianamente feliz pareja empieza a sufrir el acoso de sus amigos para que regularicen su situación. Se casan, cediendo a las presiones de todos. Y descubren, descubre él sobre todo, que el matrimonio no es la solución a las inquietudes de cada uno. Sólo es una nueva inquietud. ¿Cómo van a resolverlo? No quiero destripar el final de la novela.
Os la recomiendo como documento histórico-social, que ha dilatado mi vena feminista. Debe ser la edad, con los años me ha sensibilizado este tema.
Escrito por maroche el 17/12/2007 02:06

No hay comentarios: